
Cuando mi madre falleció yo me encontraba en Suecia mi hermana me dio la noticia por teléfono entre llantos y suspiros desesperados, ese día si alguien me hubiese visto caminar desorientado por las calles de Stockholm diría sin equivocarse “Aquí va uno que nunca pasará de zope a gavilán” Bueno la cuestión es que con el poco dinero que me quedaba telefoneé a Arturo y le dije “Mi madre murió ponte en contacto con mis hermanas para reconfortarlas.” a lo que responde manifestando su pena …. Sabes, que con la fallecimiento de tu mamá un poco de mi se muere, un poco de mi infancia también se va, la recuerdo contándonos historias de espantos y aparecidos mientras echaba tortillas al comal ella acompaño también mi infancia…. Me dice, no te preocupes haré lo que hubieses hecho tu si estuvieras aquí.
Nos conocimos con Arturo cuando teníamos unos once o doce años un día de noviembre. Ese día pasando delante de su casa lo vi enredado en la reparación de su bicicleta y le propuse mi ayuda Arturo buscaba como parchar un pinchazo pero no muy acostumbrado a arreglárselas en cosas de vagos le daba vueltas a la cuestión sin poder ir a dar una vuelta en bicicleta. Le dije quita la rueda y vamos donde don Oscar el de la re-encauchadora es un buen tipo el nos saca del apuro.
El tiempo paso en otoños e inviernos y desde aquí me recuerdo que salíamos a caminar en las calles porlas noches, una actitud esencial para construir nuestra integridad de personas. Yo se que todos los adolescentes tienen esta necesidad de enfrentarse al miedo, a las peleas callejeras a las fugas. Es el camino iniciatico del adolescente en dirección de la vida de adulto, necesitamos un espejo que no se deforme, uno que te envíe una imagen justa de ti mismo, una persona que se te parezca. Nosotros somos la imagen del otro.
Desde aquí recuerdo que escapamos varias veces y que una vez tomamos un tren uno de los que fueron los últimos trenes de pasajeros de Guatemala. Un viaje maravilloso al corazón de nuestra patria! Nuestra huida duro varios días.
Me recuerdo que un día llego don Edundo su papá con una bolsa de dátiles, nos dio a cada uno una parte, fue la primera vez que los degusté nunca olvide el sabor, cada ves que los veo en las abarroterias y mercados me recuerda ése momento.
Desde aquí también haciendo memoria del día en que murió don Mundo en un accidente de transito ahí por el túnel de Santa María, eran como las dos de la mañana. Ese día él regresaba de la costa el había ido a un mitin político.
Me recuerdo también que fugamos para ir a una finca que se llama El Peñón ahí vivía un tío de Arturo, nos guardo unos días y después nos puso en una camioneta de regreso a casa. Desde aquí con esta cara de viejo me recuerdo el día en que recibí por correo unas fotografías de su casamiento.
Tengo la certeza de que cada uno encuentra un hermano ajeno en el camino, es una manera de darse apoyo en todas esas cosas que atravesaran los adolescentes para llegar a la edad adulta es la persona que en vericuetos, barrancos, puentes, ríos te dice, vamos! Y así escalamos también volcanes.
Relatar sesenta años de mi vida ahora que se me acaba el tiempo va ser complicado y también sé que cada uno de nosotros tenemos un amigo, una amiga un conocido que del día a la mañana es tu hermano el mismo que nos dio su casa, nos sirvió la refacción, nos sirvió de comer, nos dio una camisa, un pantalón, un par de zapatos un abrigo… todos tenemos ése amigo que un día nos decimos somos hermanos.
Me recuerdo que mi hermano Arturo con nuestro amigo Mario “el chapis” fue la familia que me acompaño al aeropuerto cuando salí al exilio.
Quiero darme el tiempo de contarlos a todos, de recordarlos, de decirnos, de nombrarnos pues nos hemos amado como hermanos.
Luis Paraiso.
Montauroux France