Gabriel Serrano Loarca, el papà y el poeta

Recuerdo aquellos días en los que soñaba con crear un espacio donde pudiera relatar las vivencias de mi viaje saliendo de Mazatenango, pasando por Quetzaltenango y declarando descubierta Europa; este espacio es aquí. En ese momento, una de las primeras personas a las que siento que le debo un agradecimiento eres tú, Gabriel. Antes de adentrarme en este relato, quiero hacer una mención especial a Manuel José Arce, a Pepe Mejia y a Jaime Diaz Rozzotto, quienes también han sido  figuras clave en mi historia de exilio. La idea de compartir mis experiencias se entrelaza con las enseñanzas y el apoyo que he recibido a lo largo del camino, y tú has sido parte fundamental de ello.

En mi mochila, que se convirtió en mi compañera inseparable, llevaba lo esencial: algunos artículos de higiene personal, un par de pantalones, un par de camisas, tres pares de calcetines y una colección de siete libros que me acompañarían en esta aventura. Entre ellos, la metodología de Adrián Inés Chávez para aprender el idioma k’iche’, la novela « El Tigre » de Flavio Herrera, « Recordación Florida » de Fuentes y Guzmán, y « Treinta años de mi vida » de Gómez Carrillo y un poema tuyo. Estos libros no solo eran páginas llenas de palabras, sino también puertas a otros mundos, y junto a ellos, mis cincuenta dólares, que representaban mi única riqueza en ese instante.

Al dejar Guatemala, esos cincuenta dólares se convirtieron en un símbolo de seguridad y confianza. Al subirme al avión, sentí que nada podría detenerme; era como si llevara conmigo un talismán que me aseguraba que todo saldría bien. En cada aduana que atravesé, desde Miami hasta Londres, Copenhague y Niza, la certeza de que tenía « con qué » me llenaba de valor. Esa sensación de libertad y determinación, alimentada por la simple presencia de unos billetes en mi billetera, me impulsó a seguir adelante, a enfrentar lo desconocido con la firme convicción de que estaba listo para lo que viniera.

 Siempre he creído que el verdadero poder del dinero no se encuentra en las posesiones materiales que compra, sino eso que permanece fuera de su alcance: El recuerdo de una amistad, la sensación de un viento frío en las mejillas, el calor de las manos en unos guantes de lana en invierno, la luz descompuesta por un pedazo de vidrio en medio de una calle empedrada.

Pero hay otras cosas que se cree poder comprar mediante un engaño financiero, un hijo, por ejemplo: el hecho de que una mujer, generalmente denominada « madre sustituta », tenga un hijo en nombre de una « pareja de padres de intención ». Nunca se verá a la esposa, la hermana, la prima, la hija de la oligarquía financiera alojar en su vientre la progenitura de un sastre, zapatero, albañil, mecánico, cargador de bultos…

Se estima que entre el 5% y el 10% de todos los trasplantes realizados en el mundo utilizaban órganos procedentes del mercado negro, aunque la cifra puede ser mucho mayor. Se trata de un lucrativo negocio delictivo que mueve anualmente entre 840 y 1700 millones de dólares. Las víctimas de esta forma de trata suelen proceder de entornos pobres, sin educación y vulnerables.”

(Noticias ONU Mirada global Historias humanas, 23 Junio 2024 )

Recuerdo una conversación que tuvimos sobre Flavio Herrera y su fascinante obra « El tigre ». Era un tiempo en el que la literatura guatemalteca se convertía en un refugio, un mundo lleno de matices y emociones como “La mansión del pájaro serpiente”. También mencionabas « Cien años de soledad », esa novela que tenías siempre cerca de tus manos y que parecía absorberte por completo cuando la contabas. Pasé algunas horas en tu biblioteca, un lugar donde los libros parecían las varitas mágicas de los autores convirtiendo puñados de letras en sueños, sonidos, paisajes y secretos. Uno de esos libros  que recuerdo siempre fue « La muerte de Dios » de Gabriel Vahanian, un texto que me dejó reflexionando mucho tiempo después de haberlo devuelto a tu biblioteca.

Siempre he sabido que llevas un narrador en tu interior, un contador de historias; hasta físicamente creo que eres un griot de Burkina Faso . Parece que se es griot por nacimiento, que viene en la sangre, que es una parte heredada del padre al hijo. Ser griot no es un trabajo, es una existencia humana, es una actitud social. Por eso pienso que eres un griot y que has transmitido la función a tu hijo Julito, quien la continúa como es la tradición. Son esas cosas que seguirán estando fuera del alcance comercial, algo así como el color de los ojos; el cabello rizado es en el vientre materno donde esto toma forma o encuentra su camino. Te doy un abrazo, Lucie.

Sabes,Gabriel, que aparte de estos 50 dólares tengo tres poemas tuyos; es posible que no los tengas en tus archivos. El poema de Navidad lo leí varias navidades, muchas navidades. (……..)

Luis

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