
Un pasado simple
Los apellidos nacieron en China hace unos 5000 años, floreciendo en Europa durante la Edad Media, en este periodo, comenzaron a simbolizar la propiedad privada y la identidad de los individuos. En Guatemala, ejemplos como Lo de Bran y Lo de Coy en Mixco evidencian esta tradición, a lo largo del mundo, los apellidos han sido un hilo conductor en diversas culturas, curiosamente, sociedades distantes han creado sistemas similares para formar apellidos, esto sugiere un fenómeno cultural que trasciende fronteras y épocas.
En Armenia, los apellidos suelen incluir el nombre del padre con el sufijo « IAN », que significa « hijo de » Agopian, Karlakian, Tachdjian…. En los países nórdicos, el sufijo « sen » se utiliza, de la misma manera como en Andersen o Petersens, en Alemania presenta el prefijo « Van », como en Van Beethoven, mostrando patrones comunes, algunos apellidos derivan de profesiones, Carpintero, Herrero, o de la geografía, Madrid, España Bilbao, mientras que otros reflejan la conexión con la naturaleza, Montes, Cuevas, Valle.
Los apellidos revelan historias ocultas de sus portadores, sus raíces y emociones, nombres como Exposito, Iglesias, Tirado, De Maria brindaron identidad a huérfanos, un abrazo legal en la soledad. En la antigua Roma, los apellidos reflejaban rasgos físicos, como el curioso Manius Curius Dentatus, Marco Tulio Cicerón, con su lunar distintivo en forma de garbanzo nos recuerda que los apellidos cuentan relatos visuales. En España los apellidos se declinan del nombre del padre Álvaro, Alvarez, Domingo, Dominguez y existen de origen romano consecuencia del imperio, Aurelius, Aureliano, Orellana. Rajoy, Galiano….
Hoy, apellidos como Cabeza y Calvo siguen la tradición de describir la esencia de sus portadores, en el País Vasco, los apellidos evocan paisajes, como Celaya, que significa llanura sembrada, Cucullo, un gran corral, y Guevara, un llano plano, muestran la conexión con la naturaleza. En el Magreb, los apellidos se tejen con la herencia familiar, como Mohammed Ben Ahmed, hijo de Ahmed, profesiones y lugares también dan vida a apellidos, como El Fassi, el alfarero, y El Mekki, de La Meca.
El apellido Paredes:
El apellido Paredes tiene una etimología cautivadora, con raíces que podrían provenir del hebreo, interpretándose como Huerto o Vergel, su forma original, “Par’des”, evoca la conexión con la naturaleza y la fertilidad, pintando paisajes de verdes exuberantes, este término posee un trasfondo histórico profundo, vinculado al pueblo judío tras la caída del primer Templo en Jerusalén, en Enciclopedia Judaica lo describe como un jardín real, un refugio de belleza y esplendor, en la Biblia, Paredes se menciona en el Cantar de los Cantares, resaltando la importancia de los jardines.
Eclesiastés y Nehemías también aluden a parques, subrayando la conexión con la abundancia natural la traducción griega presenta Paredes como el paraíso donde Adán y Eva habitaron, un símbolo de plenitud, en el relato del Edén, se narra que « Jehová Dios plantó un huerto en Edén », reflejando la riqueza del entorno. El jardín albergaba árboles hermosos y frutos que alimentaban a todos sus habitantes, un verdadero edén de vida.
Este lugar, que aún existe, se conoce como Mesopotamia, un legado de belleza y fertilidad.
Paredes de Nava Fue el inicio:
PAR’DES, el Jardín del Conocimiento, un símbolo de sabiduría eterna, reflexionemos sobre el poder del saber en nuestra humanidad, Este apellido se ancla en la historia de una batalla crucial en 1212. Las Navas de Tolosa, un hito que transformó el destino español.
Paredes se entrelaza con apellidos como Salguero, Ceas y Zea, la dispersión de estos nombres narra historias de migración y fusión cultural, en Guatemala, su legado se remonta a la época de la colonización, este patrimonio familiar enriquece nuestra identidad latinoamericana.
Valorar nuestras raíces es celebrar la continuidad de nuestras comunidades, nuestros apellidos son más que simples etiquetas; son portadores de relatos, tradiciones y legados que nos conectan con nuestro pasado, al explorar la etimología de apellidos como Paredes, Salguero, Ceas y Zea, descubrimos una rica trama de influencias culturales y sociales.
Cada apellido cuenta una historia única, reflejando las vivencias de quienes nos precedieron, la narrativa familiar es un viaje que se enriquece con cada generación, marcado por desafíos y transformaciones, desde ser reconocidos como españoles hasta ser clasificados como mulatos y ladinos, nuestra identidad ha evolucionado.
Inicialmente, nos reconocen como españoles, pero en el siglo XVIII, nos clasifican como mulatos., en la siguiente generación, nuestra identidad se transforma nuevamente y somos llamados ladinos, hay un vacío de dos siglos que debemos explorar y desvelar.
Nombres como José, Martín Ramon, resuenan en nuestra historia familiar, pero este viaje revela la evolución de nuestra familia el contexto social que nos rodea aparecen nombres como Arcely, Perla, Wendy, Siomara que contrastan con los de nuestros abuelos, y bis abuelos. Los Paredes, Zea, Ceas y Salguero refleja la fortaleza y la esencia de nuestra identidad, desafiando las divisiones sociales y raciales.
Antes de la fundación de la República en 1847, ya éramos parte de esta tierra, con raíces que se hunden en épocas previas a la independencia, este vínculo con nuestra historia nos impulsa a reafirmar nuestro compromiso con la preservación de nuestra cultura y tradiciones, aunque en actas nos definen como “naturales” me parece haber llegado a una época en que eramos “Tributarios”
En cuanto a la identidad indígena de nuestra familia de Jutiapa pocos se sentirán inclinados a identificarse como tales bajo el apellido Paredes de un terrateniente hispánico. Es un hecho que los nombres y apellidos de origen maya tienen una continuidad que coexiste con otras culturas en Guatemala.
La historia de nuestra familia es un canto a la diversidad y a la resistencia cultural, en cada rincón de nuestra memoria, llevamos el legado de aquellos que nos precedieron. La condición de mulato se refleja en familias antes catalogadas como indios o mestizos en registros civiles, quizás sea el encanto de una pluma que transforma identidades.
Ser ladino podría ser un fenómeno social que une a quienes comparten herencias culturales, la noción de nación se teje con los hilos de nuestras historias compartidas, pronto, el ADN revelará verdades sobre nuestras raíces étnicas lo que no cambiara la riqueza de vida vivida.
Sin embargo, somos un colectivo unido por un lazo que va más allá de etiquetas, recordemos que en tiempos de piratería, mulatos y mestizos fueron soldados en la defensa de territorios hispánicos, España aprovechó la fuerza de los pardos y mestizos para resistir invasiones.
Al explorar nuestros apellidos, descubrí Paredes, Zea, Salguero, Sea, Ceas provienen de la misma región de pueblos distantes de unos 50 kilómetros de Palencia de linajes más vinculados a migrantes trabajadores que huyeron, de la expropiación de tierras, guerras la peste, pobreza que ricos conquistadores, aunque hubo uno el Capitán Alonso García de Paredes y Mariano de Paredes, ajeno a nuestra familia. Alonso fue el trazo la ruta de la conquista del Peten.
Es cierto que los emigrantes españoles vivieron explotación similar a la de indígenas y africanos en las minas, eran vistos solo como mano de obra, sin reconocimiento de su humanidad, a partir de 1860, la situación de los migrantes comenzó a mejorar, muchos buscaban una nueva vida, huyendo de adversidades en su tierra natal esta búsqueda de oportunidades.
En mi familia, la identidad ladina se entrelaza con la conversión religiosa, tras años de análisis, no hallé evidencia de herencia judía en nuestras raíces, nuestras tradiciones, nombres y creencias reflejan una continuidad católica sin influencias externas.
Nuestra familia comienza con la llegada de extranjeros a estas tierras sus antepasados pudieron haber compartido el viaje con aquellos que ya habitaban la región aunque el primer eco de esta travesía se pierde en dos siglos de silencio. Al llegar al siglo XVII, contemplamos tanto el pasado ausente como el presente que nos invita a indagar en nuestras raíces y en las vivencias que han forjado nuestra identidad, Reflexionamos sobre este vació de 200 años que sigue vivo en nuestra historia.
Como llegamos a este punto:
A veces, es más fácil dejar que el tiempo fluya, ignorando los vientos de recuerdos que traen consigo tormentas, tormentas arrastran a nuestros seres queridos nuestros sueños las metas anhelamos alcanzar, huracanes que nos sacuden las raíces, despojándonos de la tierra que nos vio nacer en busca de un nuevo destino, en el desconsuelo, hemos buscado refugio en las sombras del alcohol y las drogas, a pesar del odio y la confusión, hemos encontrado amor en las miradas cruzadas en la calle, ustedes son la esencia de mi ser, los cabellos lacios, los cabellos rizados, los ojos de José Maria Sarvelio el llanto de Onofre al dejar la vida, los recuerdos de Teresa, el viaje de Blanca Lidia, las manos del clarinetista, los dolores de las Marías, las lagrimas ocultas cuando dejé a mis hermanas, ustedes son el reflejo de mis raíces el cáncer de mi mamà, los amantes de la Julia, los hijos de Dora, de Josefina, de Blanca Lidia, el drama de nuestras soledades en tierras extranjeras, ustedes son las manos del albañil, los pies con caites, los primos y hermanos que no conocimos, ustedes son los títulos, y diplomas que hemos alcanzado, nosotros somos el eco de mis recuerdos, de los suyos, de los tuyos.
En este viaje de la vida sufrimos violencias, desprecios humillaciones, robos, secuestros, desaparecidos, despojos, lo que hicieron a uno de los nuestros nos lo hicieron a todos por eso debemos saber que somos uno, y que sufrimos juntos, celebramos juntos, y que cuando alguien d nosotros se muere algo de nosotros se muere también. Cuando alguien triunfa todos triunfamos.
Hablaremos de nosotros y vamos a sorprendernos que mas allá de tristeza y alegría somos formidables.
En mi adolescencia, mi abuela Francisca me llevó a su trabajo en la lavandería, mientras frotaba la ropa, me narró la historia de nuestra familia con ternura de vieja, me habló de ,Calixta, Herlinda, Florencio, Francisco, Timotea, de Chinchilla, Velasquez, Lopez, Monteroso, de lugares Chinautla, Amatitlan, Villalobos, Barcenas. Me animó a buscar a nuestros parientes y presentarme con orgullo me relató sufrimientos, humillaciones que a veces venían de nuestros propios seres queridos, quizás superación económica trajo celos y divisiones entre familiares
Llevamos en nuestro cabello, ojos, piel, boca nuestro pasado:
Hace años, una conversación fugaz con mi primo Julio Martín, hijo de Teresa, hermana de mi padre, reveló un legado familiar oculto, este conocimiento, guardado en el seno de la familia, despertó en mí una profunda curiosidad, durante dos décadas, he meditado sobre este tema que me atrapa y en un viaje a Guatemala, visité a Julio en su trabajo en un banco aunque traté el tema de manera ligera, sentí la necesidad de entender la magnitud de nuestro legado. En una charla, Julio Martín evocó la herencia de su madre, Teresa de Jesús, y la rica historia familiar que la acompaña, la narrativa se convierte en un lazo que lo une a sus raíces y tradiciones.
Me llamo Julio Martin Soy abogado:
Soy abogado, y mi madre, Teresa, ella me habló mucho de mi abuela María Dolores, a quien nunca conocí. Su figura se ha convertido en un espectro que atormenta mis noches, mientras mi madre relataba las penurias de su vida. María Dolores, hija de Rodrigo Salguero y Onofre Zea, tuvo ocho hermanos: José Lino, Margarita, Adrián, Filiberta, Timoteo, Margarito, Alberto y Piedad Ramon. Al nacer los gemelos, mi madre cuenta que Onofre falleció en el parto. Recuerdo cómo ella hacía pausas, suspiraba y, con la voz entrecortada, decía “¡Haaa los cuachitos!”. Esa misma noche, los gemelos también murieron, y decía que lo sucedido fue como una maldición que los persiguió muchos años.
Rodrigo Salguero nació en 1853 y, durante su vida, que duró 72 años, ejerció varias profesiones, como la de soldado de infantería o guisache, y murió como agricultor. Parece que ejerció con especial talento la de guisache, pero fue la que da inicio a su desgracia después de la muerte de Onofre; esto sucedió en 1904, ella tenía 45 años. Sus padres fueron Gregorio Arevalo y Dolores Zea.
Días después y sin ninguna razón, Rodrigo vendió la casita que pudiera ser el abrigo, el hogar, el refugio de la familia, y abandonó a sus hijos en las manos de unos conocidos del pueblo. Desapareció con la misma promesa que hiciera Fantina, la madre de Cosette, cuando la abandona a los Thenardier: “¡Ahí vengo a buscarlos!”. Dolorosa novela de Víctor Hugo: “Los miserables”.
Los seis hermanos vivieron sumidos en un tormento constante, atrapados en los ecos de una infancia marcada por la miseria. Sus noches transcurrían en el suelo, donde el sueño se convertía en un refugio efímero, y sus estómagos se llenaban con las sobras que otros desechaban. En el pueblo, la indiferencia de la gente se hacía palpable, como si hubieran aceptado la cruel realidad de los pulgarcitos, los pobres despojados del amor de madre y de la casita que les servía de refugio.
Onofre que se va al paraíso donde van las mamás con cuachitos, la figura paterna, que se marchó en busca de un futuro mejor, dejando a sus pequeños en la soledad y el desamparo. Las preguntas sobre este abandono resonaban en la mente de mi madre; ella se atormentaba tratando de adivinar las razones que llevaron a Rodrigo a vender la casa, olvidando tenia seis hijos a su cuidado.
Los relatos de mamà, siempre entrecortados por silencios que parecían eternos, reflejaban la angustia de una madre que anhelaba respuestas. Cada pausa parecía ahogar un grito, y en cada pausa esperaba ver llegar María Dolores atravesar la puerta con sus pasos de vieja cansada de la vida e ir a sentarse en el viejo sillón un triste mueble de nuestro cuarto de alquiler, y asi continuar ella misma el relato del trágico destino de la familia Zea Salguero. La maldición del abandono que se cernió sobre ellos, era una sombra que los seguía, por todo el pueblo de Jutiapa. Este pueblo que se agremiaba como en tribunal de la Santa Inquisición y que se acordaba el derecho de juzgar la conducta de un guisache.
Cuidar a seis pequeños, seis bocas que alimentar, seis pares de zapatos que comprar, seis, seis. La repetición del número seis resonaba en el aire, un recordatorio constante de la carga que representaban y de la tristeza que envolvía sus vidas, marcadas por la ausencia de una madre y el desamparo de un padre, este ultimo olvidaba por verguenza recuperar el dinero regado en manos de algunos deudores que le debian el pago de tramites legales de tribunales, sin importarles los seis platos de desayuno, seis platos de almuerzo seis platos de cena.
Veo todavía a mi madre llorar cuando me contaba las historias de los Zea Salguero; yo no puedo impedirme de llorar también cuando pienso en este destino. Siento la emoción de esta herencia que ahora comparto con ustedes romperme el alma.
Son rosarios de palabras que se siguen al azar como soldados marchando una detrás de la otra, llevando en sí la vida de Onofre, como la mi abuela Maria Dolores, la de Teresa, la de Ramon, Julia Elena, Josefina la mia y la de ustedes.
Yo, Julio Martin, abogado, requiero que comparezca la mala hora por el delito de injusticia sobre nuestra familia Paredes Zea Salguero. Quisiera que en este proceso genealógico las lágrimas de nuestros padres y madres sean reconocidas como inocentes y que pasen por las puertas de esta casa hecha de palabras donde entremos todos dignos y orgullosos para decir que nos hemos amado, pues más allá de los secuestros, nuestras locuras desnudas, nuestros vicios, nuestras tristezas, nuestros llantos, nuestras despedidas, nuestras distancias, nuestras risas, nuestros cantos, nuestras alegrías, nos amamos profundamente.
La madre y la mamà: Lourdes Paredes Zea
Para saber quiénes somos llevamos un nombre; para saber de donde venimos llevamos dos apellidos. Por el apellido, podemos adivinar el pensamiento de nuestros padres, el coraje, la dignidad. En mi caso, yo me llamo Lourdes; este es el nombre de una comunidad francesa en los Pirineos, cerca de la frontera española. Es el lugar donde, por milagro, apareció la virgen a unos niños pastores, entre ellos Bernadette. Digo esto para comenzar a contarles lo que recuerdo de mi infancia y situar los sentimientos que tenemos nosotros los hijos y los sentimientos que desarrollamos con nuestros padres según como nos han tratado.
Llevo los apellidos de mi madre son los mismos de mamita Teresa y Julia Elena mi madre y ellas eran hermanas, Teresa tuvo el coraje y la dignidad de abrazar el rol del padre que nutre y trabaja y el de mamà que da cariño. Me doy cuenta de que yo sé muchas cosas de mi familia porque mamita Teresa nos las contó. Maria Dolores se llamaba mi abuelita ella sufrió tanto, ya sea económicamente o por causa del amor. Eran esos tiempos que, sin el apoyo de un marido responsable, las mujeres tenían que trabajar como sirvientas, viviendo en cuartuchos indignos que eran el abrigo precario para los más pobres; eso era mi abuelita María.
Esa fue nuestra herencia del lado de los Paredes, trabajo miseria, machismo en el mal sentido de la palabra. Ellas eran tres mujeres Teresa, Julia, mi madre josefina y un varón José Ramon. Pero mi mamà fue Teresa, ella me cuido siempre, me protegió de la mala gente, siempre me tuvo cariño con su carácter severo, estaba siempre mamita Teresa que luchaba trabajando como sirvienta, haciendo flores, vendiendo cosas, lavando ropa y con tantos trabajos de los que hacen las pobres gentes, con eso me dio abrigo, me cuido siempre.
Mamà Tere siempre me protegió de la actitud de mi madre, ella, Josefina llegaba a la casa donde yo me sentía protegida, me sacaba, me llevaba con ella, me ponía en peligros, me olvidaba en cualquier lugar me recuerdo que cuando caía la tarde y que el tiempo húmedo y frio me hacia sufrir, ella nunca velo por ponerme un suetercito para abrigarme. Yo tenia cinco años y recuerdo todo, tengo buena memoria.
Mi madre según de lo que recuerdo actuaba como una enferma mental, no se que quizas esquizofrenia, bipolar, en verdad no sé pero si sé del sufrimiento que me infligió poniendo mi vida de niñita en peligro, varias veces me dio regalada a extraños y mamita estaba ahí estaba para rescatarme.
Me recuerdo lo que paso con la tía llamada Rosanita hermana de mi abuela Maria Dolores que llego un día en ausencia de mamà Tere y me secuestro, me llevo a su casa, La Rosanita era una persona prepotente, agresiva que tenia costumbre de humillar a su propia familia al extremo que mi mamita no pudo rescatarme, como ella no tenia ningún papel que la autorizaba o respaldara delante de un tribunal como persona legal para resguardarme.
Así duro este secuestro muchos años. La Rosanita me hacia trabajar a su servicio y el de su familia, sin ninguna paga yo era pequeñita y viviendo en casa de esa mujer, viéndola todos los días comprendí que Teresa no me abandonó , ella tuvo que ceder para que esta mujer no me hiciera mas daño, pero yo siempre supe que mamita Teresa estaría ahi el momento venido para recogerme en sus brazos y así fue, al cumplir dieciocho años me me sentía mas fuerte para oponerme a todos esos años de sufrimiento y fugué de ese lugar.
Yo hice mi vida, también acepté que para romper estas cadenas de tristeza, de pobreza, de rencor a la vida había que luchar y con esfuerzo estudié, me recibi de bachiller, estudié enfermería. me casé acepté que la vida me arrebatara a mi marido padre de mis dos primeros hijos. Es posible que el amor de los que me han querido me ayudaron a pensar que somos buenos y capaces de hacer personas buenas de nosotros. Que los cariños que nos dan cuando se van al trabajo como lo hacia mamita Teresa es ejemplo a seguir. La mamà es la que da reglas de vida en consejos, la que te dice ponte la pijama y vete a dormir, la que te cuenta una historia de las gentes de antes cuando ya estas en la cama. Quizás la mamà es la mujer que llora en silencio cuando no sabe que dar de comer el dia que sigue pero se las arregla riendo a toda voz para que no te des cuenta de sus penas, así era mamita Teresa.
Sabes Julio Martin que tu eres mi hermanito sabes que recuerdo el día en que vi llegar en los brazos de mi mamá. Venían de la maternidad del hospital y me dijeron a mí que fue la cigüeña quien lo dejó en un lugar con una nota que decía “Para mamita y toda la familia Paredes Zea.”
desde niñita supe quien es mamá, quién es su madre, y quién quiere a la fuerza del secuestro apoderarse de esta maternidad. Los niños son un tesoro o representan un valor y es por eso que los roban, los secuestran, los explotan, los venden, los compran, los matan para vender sus órganos vitales.
El padre ausente:
Mucho antes de mi, las mujeres de mi pasado ya tenían condición de madre sin marido, Dolores Zea, 1825, tenia un marido ausente en el registro civil y en la iglesia pues el día del sacramento de bautizo, de Onofre ante la comunidad cristiana de Yultipeque, era declarada “hija natural.” ¿Dónde estaba el padre? Onofre Ceas, 8 hijos y madre soltera; todos los hijos del mismo padre. La ausencia del padre es el indicio de ausencia de ley. Me pregunto el porqué Dios es masculino y no femenino, el porqué un hombre es hombre y el porqué una mujer es mujer son dos roles diferentes en la familia, desde el momento en que se alumbra una hoguera y alrededor del cual las familias se protegen del frio de los predadores esta hoguera es un hogar.
Si el hombre no puede llevar este rol, ya sea porque se fue a la guerra, de cacería, por falta de carácter, por cobarde, porque se murió, se fue con otra, la ley no desaparece y es la madre que debe nombrarla en ausencia de padre y es lo que hizo Dolores, Onofre, Maria Dolores, Teresa. Esto sucedió en nuestra familia. Si la madre fallece, todo se desmorona; es lo que sucedió con Rodrigo Salguero. Y es la causa de los abandonos, los raptos las violencias. Teresa supo con sabiduría llevar la ley con la misma fuerza y amor para con sus hijos. Considero que soy hija de Teresa.
Hay que saludar la justeza de Teresa, que supo explicarme que la ley es una acción que persiste fuera de la condición de género, la esencia es la esencia de los Paredes Zea, es quizás una ley que nos une.
Cuando hablo de mi infancia escucho con interés la persona quien soy, comprendo que hay un derecho maternal y un sentimiento de mamà. Con mis hijos me he sentido mamà, esto lo heredé de Teresa pero no puedo evitar decir que una mamá es la que cuida, la que alimenta, la que protege, pero como mi madre no era así por su condición de enferma, ahora ya puedo sentir piedad ella, sufrió mucho en la calle, en los vicios, sé que una mujer sola sin amparo en la calle es una presa fácil de los perros rabiosos.
Ya paso el tiempo y pude superar todo esto, aprendí a perdonar pero no a olvidar es la condición para vivir en paz. Este 27 de febreo de 2024 mi esposo y padre de mi hija. El fallecio de cancer hoy tengo la fortaleza de mis hijos somos una familia, nuestra vida continua.
Maria Dolores la nieta
A lo largo de nuestra vida, hemos habitado en diversas casas, entre ellas una en la Avenida de los Pinos, cerca de la parroquia y no muy lejos de Matamoros. Sin embargo, siempre terminamos regresando a la zona 6, donde también pasamos un tiempo cerca del cine popular. En mis recuerdos, se dibuja la imagen de mi madre, quien durante las festividades salía a vender flores. En Navidad, confeccionaba hermosas flores de pascua para el Día de las madres: monjas blancas, esas que evocan la pureza; y a finales de noviembre, en la época del Día de los Muertos, elaboraba coronas para honrar a los difuntos. Recuerdo que ella se aventuraba hacia la zona 18, donde se encuentran ahí por las tapias, como por el camino de Llano Largo, y allí también ofrecía sus flores.
En esos momentos, nosotros la acompañábamos en la venta, y un recuerdo entrañable que guardo es el de una panadería cercana que hacía unos cachitos muy ricos. Ella, con su generosidad, siempre nos compraba uno, y esos pequeños gestos se convertían en grandes alegrías en nuestras vidas. Así era mi madre, una mujer de esfuerzo y dedicación, que siempre encontraba la manera de hacernos sonreír a pesar de las dificultades. Su amor por las flores y su empeño en mantenernos unidos a través de esas tradiciones nos dejaron una huella imborrable en el corazón.
Además de enseñarnos a cocinar, mi madre era una figura de disciplina, lo que nos permitió aprender muchas habilidades, incluso Julio se volvió un buen cocinero gracias a sus enseñanzas. En esos años, también vivía con nosotros la tía Julia, quien sufrió un accidente que le quebró una pierna. Sin embargo, las circunstancias de ese incidente siempre quedaron envueltas en un halo de misterio; había rumores de que el hombre que vivía con ella pudo haber sido el responsable de su herida. A pesar de la tristeza que nos rodeaba, esos momentos compartidos en familia, con sus luces y sombras, formaron parte de nuestra historia y nos enseñaron a enfrentar la vida con valentía
Julio, a la tierna edad de cinco años, asumía la responsabilidad de cuidar a su tía, la Julia, convirtiéndose en un pequeño pilar del hogar. Con una dedicación, se encargaba de la cocina, asegurándose de que todo estuviera listo para cuando llegábamos a la hora de la comida. En una ocasión, con la curiosidad como la que tienen los patojos, le pregunté a mi madre sobre el origen de mi nombre. Ella me reveló que era un homenaje a su madre, mi abuelita Maria Dolores, y que los apellidos que llevo, Paredes Zea, también pertenecían a ella, una herencia que me une a mis raíces familiares y a todos ustedes.
Mi madre siempre encontraba la manera de ganarse la vida, siempre mostrando una creatividad en la fabricación de flores y otras cosas. Recuerdo cómo reciclaba los rollos de cartón del papel higiénico y las latas de jugo, transformándolos en macetitas de hermosas flores que vendía con orgullo. Juntos, con mi hermano, recogíamos el papel plateado de las cajitas de cigarrillos, que ella utilizaba para adornar los envases donde colocaba sus creaciones. A menudo, la contrataban para hacer piñatas para cumpleaños y celebraciones de primera comunión, y en esos momentos, yo aprendía a cocinar a su lado, aunque el arte floral se me escapaba de las manos, un talento que no logré heredar.
Mi mamá era cantante; su voz resonaba en cada rincón de la casa. Con su soprano lírico en la garganta, fue llamada a cantar en iglesias, participando en ceremonias de bodas, misas fúnebres, bautizos y en novenas, llevando su fe a través de la música. Su dedicación a la religión católica la llevó a ser parte de momentos significativos en la vida de muchas personas, ofreciendo su voz como un consuelo y una celebración. En cada nota que entonaba, se sentía el eco de su pasión y su devoción, un legado que perdura en mi memoria y en el corazón de quienes la escucharon.
¿Saben? Nosotros también vivimos en Antigua con mi mamá; nos fuimos a vivir ahí por el trabajo de ella por un año. Julio se quedó con mi tía; él estaba estudiando y, bueno, pasaron tantas cosas en esa época. Blanca Lidia tuvo una nenita; mamita se la llevó a vivir con nosotros, pero falleció ahí en Antigua y ahí la enterramos. Por todas esas cosas, al terminar su contrato, regresamos a la capital; ya no quiso estar lejos de sus hijos, fue un tiempo tan sacrificado. Mi mamá tenía su carácter, pero me sorprendió un día cuando me dice que en cocina yo cocinaba mejor que ella, y agregó que mi manera de cocinar tenía un toque especial como el de la mamá de ella, María Dolores, la abuela.
Me acuerdo que cuando estudiaba, llegando a casa me ponía a hacer el almuerzo; ella se sentaba en la cama o en una silla y hasta las tres de la mañana haciendo su trabajo de florista.