Antes de que el estruendo de la Primera Guerra Mundial sacudiera Europa, una multitud de personas se aventuró hacia nuevos destinos, llenando los barcos que llegaban a los bulliciosos puertos de Rotterdam, Amberes, Hamburgo, Gotemburgo, Bremen, Nápoles y El Havre. Estos puertos, auténticos símbolos de esperanza, se convirtieron en el punto de partida de un audaz viaje hacia América. Desde la década de 1840, los barcos de vapor, que representaban el avance y la modernidad, reemplazaron a los veleros, transportando a inmigrantes que anhelaban una vida mejor. Durante las décadas de 1860 y 1870, el tamaño de estos barcos creció considerablemente, lo que permitió a las compañías navieras acomodar a familias enteras en sus cubiertas, ofreciendo tarifas competitivas y la promesa de un futuro brillante.
Estos migrantes, impulsados por la pobreza y la esperanza, se dirigían hacia tierras aún por descubrir, que hoy en día se consideran países en desarrollo, así como a vastos territorios coloniales. Este movimiento poblacional se desarrollaba en un contexto económico internacional donde la búsqueda de riquezas y tierras « vírgenes » convertía a Europa occidental en un verdadero reservorio de mano de obra. Los anhelos de prosperidad y renovación resonaban en el corazón de estos valientes aventureros, quienes, a pesar de las incertidumbres que enfrentaban en su travesía, estaban motivados por la firme creencia de que cada ola que los empujaba hacia adelante los acercaba un poco más a su anhelado destino.
La travesía hacia América no solo representaba un cambio geográfico, sino también un profundo cambio en la vida de estos inmigrantes. Cada uno de ellos llevaba consigo no solo sus pertenencias, sino también sus sueños, esperanzas y la carga de un pasado que deseaban dejar atrás. En los barcos, se tejían historias de valentía y sacrificio, donde cada rostro reflejaba la determinación de construir un nuevo futuro en un mundo lleno de posibilidades. Así, la migración se convirtió en un fenómeno que no solo transformó la vida de quienes se embarcaban, sino que también dejó una huella indeleble en la historia de los países que los acogieron.
La colonización de las Américas se desarrolla de manera trágica y compleja, especialmente entre 1860 y 1930, un periodo marcado por una migración masiva que transforma radicalmente el paisaje social y cultural de la región. Durante este tiempo, cerca de 13 millones de europeos llegan a América Latina, un fenómeno que, aunque representa una oportunidad de progreso para algunos, también conlleva un profundo trastorno en las identidades locales.
Las tierras que alguna vez fueron el hogar de diversas comunidades indígenas comienzan a perder su esencia, ya que la llegada de nuevos colonos trae consigo no solo sus esperanzas, sino también sus desilusiones, dejando atrás un legado cultural que se desvanece lentamente. En medio de esta migración, surge una primera generación de franco-guatemaltecos que parte desde el puerto de Le Havre. Su llegada se produce en un contexto donde los filibusteros, aventureros con intenciones a menudo cuestionables, ya habían dejado su marca en la región.
En este periodo, el francés se establece como la segunda lengua europea más hablada en Guatemala, justo detrás del español, reflejando una época en la que las barreras culturales se desdibujan. Esta fusión lingüística no solo es un testimonio de la diversidad cultural, sino también de la lucha por la supervivencia y el reconocimiento en un entorno que se encuentra en constante transformación.
Después de la Revolución francesa, los cafetaleros, atraídos por la promesa de tierras fértiles, comienzan a establecerse en Guatemala entre 1780 y 1802, sumándose a un mosaico de nacionalidades que incluye italianos y belgas. En la Exposición Universal de París, estos productores, impulsados por el deseo de ser reconocidos, deciden exhibir las riquezas agrícolas de Guatemala. Los cafés, que anteriormente se enviaban a Hamburgo bajo una denominación diferente, ahora merecen ser celebrados en París, lo que pone de manifiesto su calidad excepcional y la importancia de Guatemala en el panorama agrícola internacional.

Finca de café
Detrás de la búsqueda de reconocimiento que persigue la nación guatemalteca, se oculta una realidad desgarradora y trágica: un país dividido por conflictos internos, donde las esperanzas de un futuro brillante se enfrentan a la cruda brutalidad de la vida diaria. Los ecos de las revoluciones que marcaron a México y Rusia comienzan a resonar en las mentes de los jóvenes y trabajadores de Guatemala, avivando en ellos un ferviente anhelo de transformación. Estos movimientos, que simbolizan la esperanza y la lucha por la justicia social, motivan a muchos ciudadanos a desafiar la autoridad establecida y a levantarse contra la tiranía del presidente, lo que pone de manifiesto un profundo descontento en el tejido social.
Este periodo señala el inicio de una etapa convulsa, donde la contienda por el poder compartido se convierte en un emblema de los enormes intereses económicos en juego. Las élites políticas, astutas en su manipulación, logran hacer creer en una auténtica revolución, cuando en realidad se trata de un mero juego de poder en el que el dinero circula entre las manos de unos pocos, sin que el pueblo obtenga ningún beneficio de esta supuesta redistribución. Las promesas de libertad y bienestar se ven frustradas por un sistema que, bajo la fachada del cambio, perpetúa las desigualdades y los privilegios de una oligarquía avariciosa que se aferra a su dominio.

Moneda de finca
La Exposición Universal de París está llegando a su fin, y el café guatemalteco comienza a destacar en el viejo continente, pero esta Europa, tan anhelada por Manuel Estrada Cabrera, no le devuelve ese afecto. A pesar de un gesto de amistad comercial por parte de Francia, que le concede la « Legión de Honor », los bancos británicos exigen el pago de su deuda, y la construcción de la línea de tren Atlántico-Pacífico se vuelve obsoleta con la finalización del canal de Panamá. Este contexto revela la complejidad de las relaciones internacionales y la fragilidad de la economía guatemalteca, que se encuentra atrapada entre la admiración y el desprecio de las potencias extranjeras.

El devastador sismo que azotó el país entre 1917 y 1918 dejó una huella imborrable en la nación, y la tragedia se intensificó en el seno de la familia presidencial. Dos de los hijos del presidente se quitaron la vida, uno de ellos para escapar de las deudas acumuladas por un amorío con una mujer de vida ligera, mientras que el otro, abrumado por enfermedades venéreas, optó por el mismo trágico destino. Este último había disfrutado de una vida de lujos como estudiante en los Estados Unidos, despilfarrando los recursos de su país natal, Guatemala. La muerte de la esposa del presidente, quien sucumbió a la tuberculosis en Niza, resalta la cruel ironía de una enfermedad que, a menudo, se asocia con la pobreza y el sufrimiento de las clases más desfavorecidas.

Francisco Estrada
En un intento por proteger la economía cafetera del país, Estrada Cabrera proclamó la neutralidad de Guatemala en el conflicto mundial mediante el decreto 718 el 12 de agosto de 1914. Sin embargo, el 23 de abril de 1918, el presidente se vio obligado a ceder ante la presión de los Estados Unidos, alineándose con otras naciones que habían declarado la guerra a Alemania. Esta decisión marcó un punto de inflexión en la historia del país, ya que Guatemala, al igual que otros países de América Central, se vio arrastrada a un conflicto que no solo afectó su economía, sino que también tuvo profundas repercusiones en la vida de sus ciudadanos.
La guerra, narrada por E. Gómez Carrillo, resuena profundamente en el corazón de Guatemala. Al inicio de la guere Carrillo se encuentra en Madrid, y ministro francés de Asuntos Exteriores reúne un grupo de periodistas procedentes de naciones neutrales, con el fin de relatar los acontecimientos de la guerra. Esta iniciativa, tiene como objetivo influir en la opinión pública de los países que no están directamente involucrados en esta tragedia. En este clima de tensión e incertidumbre, Gómez Carrillo se embarca en la escritura de una serie de libros , buscando inmortalizar el horror y el sufrimiento engendrados por el conflicto.

Entre sus obras se encuentran « Crónicas de la guerra » « Campos de batalla y campos en ruinas », ambos publicados en 1915, « En las trincheras » y « En el corazón de la tragedia » en 1916. En 1918, » Tierras de los mártires », « El gesto de la legión » y « El alma de los sacerdotes soldados ». Cada una de estas publicaciones es un testimonio de la búsqueda desesperada por comprender y transmitir el dolor de las almas perdidas, las vidas destrozadas y los sueños destruidos, la brutalidad del conflicto. resonó también en el corazón de Guatemala, especialmente con el regreso de los hijos de emigrantes franceses que fueron llamados a luchar por la patria de sus ancestros. Este triste « adiós » simboliza la pérdida de vidas queridas, donde familias enteras quedaron despojadas de sus herederos. La memoria de esos colonos, que mis abuelos solían relatar, sigue viva en el recuerdo colectivo, recordándonos que Guatemala, al igual que el resto de América Latina, sufrió la pérdida de sus hijos en un conflicto que dejó cicatrices profundas en la sociedad. La frase « Sí, parece que su único hijo murió en la guerra » resuena como un eco de dolor en la historia de una nación marcada por la tragedia.
El censo llevado a cabo por el Ministerio de los Ejércitos de Francia en el portal «Memorias de los hombres» nos proporciona información valiosa sobre el lugar donde cayeron en combate nuestros compatriotas en medio de un vasto contingente de soldados. A pesar de que en las trincheras no existen distinciones de nacionalidad, el ejército regular se compone de guatemaltecos, argentinos, brasileños, mexicanos, cubanos, chilenos, antillanos, peruanos y venezolanos. La Legión Extranjera, con su notable diversidad cultural, incluye a una veintena de nacionalidades, abarcando bolivianos, colombianos, costarricenses, ecuatorianos, haitianos, jamaicanos, nicaragüenses, panameños, paraguayos, puertorriqueños, salvadoreños, guatemaltecos y uruguayos. Este mosaico humano refleja una llamada universal, donde cada individuo, sin importar las fronteras, se une por un anhelo compartido de libertad.
Entre los valientes soldados que se destacan en este contexto, encontramos a:
Sadi Hector Jean Berlioz, quien nació el 26 de enero de 1897 en Samayac, Suchitepéquez, y perdió la vida por Francia el 3 de junio de 1917. Su sacrificio es un testimonio del compromiso de aquellos que, a pesar de su origen, se unieron a la causa de la libertad.

Otro ejemplo es Richard Choucherie, nacido el 23 de agosto de 1896 en Mazatenango, Suchitepéquez, quien encontró su trágico destino en el mar, a bordo del barco «Le Paranà», también en nombre de Francia.

Barco Parana.

Estos hombres, junto a muchos otros, representan la valentía y la determinación de quienes lucharon en un conflicto que trascendió las fronteras nacionales. Asimismo, Joseph Marie Charles Marc Demay, nacido el 10 de enero de 1992, también se alzó en defensa de Francia, encontrando su final en Barani, Seine y Marne.

Gustave Henri Dufourco, originario de San Felipe, Retalhuleu, y nacido el 20 de agosto de 1890, también se unió a esta lucha, falleciendo el 5 de mayo de 1917.

Cada uno de estos hombres, con sus historias y sacrificios, contribuyó a la rica narrativa de la lucha por la libertad, recordándonos que, a Gustave Henri Dufourco nació el 20 de agosto de 1890 en San Felipe Retalhuleu y falleció en Francia el 5 de mayo de 1917. Su vida, aunque breve, estuvo marcada por un profundo sentido del deber y la valentía, características que lo llevaron a unirse a las fuerzas armadas en un momento de gran turbulencia. Su sacrificio en el campo de batalla es un recordatorio del compromiso de muchos jóvenes que, como él, dejaron sus hogares en busca de un ideal más grande, enfrentándose a los horrores de la guerra con determinación y coraje.
Joseph Marcel Étienne Herinese, nacido el 28 de diciembre de 1894 en Guatemala, también se convirtió en un héroe al perder la vida en la batalla de La Somme el 5 de septiembre de 1916. Su desaparición en combate resalta la tragedia de aquellos que lucharon y nunca regresaron, dejando a sus familias en la incertidumbre y el dolor. La historia de Herinese es un testimonio del sacrificio de muchos guatemaltecos que, a pesar de la distancia de su tierra natal, se unieron a la lucha por la libertad y la justicia en un conflicto que marcó a toda una generación.

Jean Eduard Lire, nacido el 8 de octubre de 1897 en Guatemala, falleció el 29 de diciembre de 1918 en Rennes debido a una enfermedad, lo que subraya la dura realidad de la guerra, donde no solo el combate, sino también las condiciones de vida, cobraron vidas valiosas.

Por otro lado, Jean Émile Baldoma, nacido el 12 de enero de 1892 a Guatemala murió en Soissons el 18 de febrero de 1916, también en el contexto de la guerra.

La memoria de estos valientes, junto con otros como Félicien Laylle, quien murió en combate. En 1916, Después de varias búsquedas en la pagina de “Memorias de Hombres” no encontré información pero sé que miles de combatientes están aun sin identificar y que a cada momento se encuentran restos de tantos combatientes desaparecidos. Encontré un soldado que puede corresponder en la edad y con el apellido con una ortografía aproximada.
La comunidad italo guatemalteca honra en el monumento erigido en el cementerio general de Guatemala a nuestros compatriotas en la lapida graban para siempre los nombres de aquellos que nunca regresaron, perpetuando su legado y recordando su sacrificio en la lucha por la patria.
“Su questa estrema dimora terrestre degli italiani di Guatemala veglino tutelani gli espíritu di:
Cesare Giacomo Ciani
Francesco Panazza
Vincenzo Loffredo
Pericle Enresto Doninelli
Liberale Ferretto
Gustavo Ascani
Dante Nannini
Che
Accorsi a traverso gli oceani al richiamo della patria in armi eroicamente morirono perche vivesse l’Italia.”
Guatemalteques morts pour la France pendant la première guerre mondial.
Avant même que le fracas de la première guerre mondiale ne résonne à travers l’Europe, une marée humaine s’élançait vers de nouveaux horizons, remplissant les paquebots qui accostaient dans les ports animés de Rotterdam, Anvers, Hambourg, Göteborg, Brême, Naples et Le Havre. Ces lieux, véritables carrefours de l’espoir, devenaient les points de départ d’un voyage audacieux vers l’Amérique. Dès 1840, les bateaux à vapeur, symboles de progrès et de modernité, prenaient le relais des voiliers, transportant des immigrants en quête d’une vie meilleure. Dans les années 1860 et 1870, la taille de ces navires s’accroissait, permettant aux compagnies maritimes d’accueillir des familles entières dans l’entrepont, à des prix défiant toute concurrence, tout en leur offrant la promesse d’un avenir radieux.
Ces migrants, poussés par la misère et l’espoir, se dirigeaient vers des terres encore inexplorées, aujourd’hui considérées comme des pays en développement, ainsi que vers les vastes territoires coloniaux. Ce mouvement de population s’inscrivait dans un contexte économique international où la quête de richesse et de terres « vierges » transformait l’Europe occidentale en un véritable réservoir de main-d’œuvre. Les rêves de prospérité et de renouveau résonnaient dans le cœur de ces aventuriers, qui, malgré les incertitudes de leur périple, étaient animés par la conviction que chaque vague qui les portait les rapprochait un peu plus de leur destin.
La colonisation des Amériques s’intensifie de manière tragique, marquée par une migration massive qui s’étend de 1860 à 1930. Ce chapitre de l’histoire est assombri par l’arrivée de près de 13 millions d’Européens sur le sol de l’Amérique latine, un phénomène qui, bien que porteur d’espoir pour certains, se transforme en un bouleversement culturel et social sans précédent. Les terres, jadis habitées par des peuples autochtones, voient leur identité se dissoudre sous le poids de cette migration, laissant derrière elle des souvenirs d’un passé révolu, tandis que les nouvelles vagues de colons s’installent, apportant avec elles leurs rêves et leurs désillusions.
Parmi ces migrants, une première génération de Franco-Guatémaltèques émerge, ayant pris la mer depuis le Havre. Leur arrivée s’inscrit dans un contexte historique où les flibustiers, ces aventuriers aux intentions souvent obscures, avaient déjà laissé une empreinte indélébile sur la région. À cette époque, le français, langue des pirates et des esclaves de Guinée équatoriale, s’impose comme la deuxième langue européenne au Guatemala, juste après l’espagnol. Ce mélange linguistique témoigne d’une époque où les frontières entre les cultures se brouillent, mais aussi d’une lutte pour la survie et la reconnaissance dans un monde en pleine mutation.

Après la Révolution française, des planteurs de café, attirés par les promesses d’une terre fertile, s’établissent au Guatemala entre 1780 et 1802, rejoignant un chœur de nationalités, dont des Italiens et de belges. Lors de l’Exposition Universelle de Paris, ces producteurs, mus par un désir de reconnaissance, décident de mettre en avant les richesses agricoles du Guatemala. Leurs cafés, jusqu’alors expédiés à Hambourg sous une autre appellation, méritent d’être célébrés à Paris, révélant ainsi une qualité exceptionnelle.
Pourtant, derrière cette quête de reconnaissance se dissimule une réalité sombre et tragique : celle d’une nation déchirée par des conflits internes, où les promesses d’un avenir radieux se heurtent à la brutalité de la vie quotidienne. Les échos des révolutions mexicaine et russe commencent à s’infiltrer dans les esprits des jeunes et des travailleurs guatémaltèques, éveillant en eux un désir ardent de changement. Ces mouvements, porteurs d’espoir et de justice sociale, incitent de nombreux citoyens à remettre en question l’autorité en place et à s’opposer à la tyrannie du président, révélant ainsi un profond malaise au sein de la société.
Ce moment marque le début d’une ère tumultueuse, où la lutte pour le partage du pouvoir devient le symbole d’intérêts financiers colossaux en jeu. Les élites politiques, habiles manipulateurs, parviennent à faire croire à une véritable révolution, alors qu’en réalité, il ne s’agit que d’un jeu de chaises musicales où l’argent change de mains sans que le peuple ne bénéficie de cette redistribution. Les promesses de liberté et de prospérité se heurtent à la réalité d’un système qui, sous couvert de changement, ne fait que renforcer les inégalités et les privilèges d’une oligarchie avide.

Bénéfice de café José Fanjul Mazatenango

L’Exposition Universelle de Paris s’achève, et le café guatémaltèque s’impose sur le vieux continent, mais cette Europe tant chérie par Manuel Estrada Cabrera ne lui rend guère cet amour. Malgré un geste d’amitié commerciale de la France, qui lui décerne la « Légion d’Honneur », les banques britanniques réclament leur dû, et la construction de la ligne de train Atlantique-Pacifique devient obsolète avec l’achèvement du canal de Panama.

Pabellon Guatemala de le Exposition Universelle de 1900

Le tremblement de terre dévastateur en 1917-18 ravagent le pays, tandis que la tragédie frappe la famille présidentielle : deux de ses fils se donnent la mort, l’un pour échapper à des dettes amoureuses pour une française mi mondaine mi prostitué, l’autre pour fuir les maladies vénériennes qui l’accablent il avait vécu en riche étudiant aux états Unis dilapidant l’argent des guatémaltèques. La mort de l’épouse du président, emportée par la tuberculose sur les rivages de Nice, souligne l’ironie cruelle d’une maladie souvent associé a la pauvreté.
En essayant de sauver le marché du café Estrada Cabrera par le décret 718 déclare la neutralité du Guatemala face au conflit le 12 août de 1914. Mais le 23 d’avril de 1918 le président cédé a la pression des États Unis les nouveaux patrons de l’Amérique Centrale et s’aligne avec les autres nations déclarant la guerre a l’Allemagne.
Au commencement de la guerre, Gomez Carrillo se trouve à Madrid, où il reçoit une proposition du ministre des Affaires étrangères français. Qui souhaite rassembler un groupe de journalistes issus de nations neutres pour raconter la guerre une manœuvre habile destinée à façonner l’opinion publique dans les pays qui ne sont pas directement engagés dans ce conflit. Dans ce contexte troublé, Gomez Carrillo se met à écrire une série d’ouvrages qui témoignent de l’horreur et de la souffrance engendrées par la guerre, cherchant à capturer l’essence même de cette tragédie humaine. Parmi ses œuvres, on trouve des titres évocateurs tels que « Chroniques de la guerre » et « Champs de bataille et camps en ruine », tous publiés en 1915, suivis de « Dans les tranchées » et « Au cœur de la tragédie » en 1916. En 1918, il poursuit son exploration des ravages de la guerre avec « Terres des martyrs », « Le geste de la légion » et « L’âme des prêtres soldats ».

Mais le retour de ces enfants d’émigrés français, appelés par le gouvernement de la France a se battre pour la patrie de ses parents c’est un triste « Au revoir » ou plutôt un a jamais ! Guatemala comme l’Amérique -Latine a perdu des enfants chéris, des parents ont perdus des héritiers des familles entières ont restés sans succession j’ai encore le souvenir de ses colons racontés par mes grands parents
« Si, il semble que son unique fils est mort a la guerre »
Grace au recensement fait par de Le ministère des Armées de France sur le site « Mémoires des Hommes » nous savons avec certitude ou ils sont tombés ces quelques uns de nos compatriotes au milieu de tant de soldats, même si dans les tranchées, il n’y a pas de nationalités on y trouve dans l’armée régulier, des guatémaltèques, des Argentins, des Brésiliens, des Mexicains, des Cubains, des Chiliens, des Antillais, des Péruviens et des Vénézuéliens, comme dans la Légion étrangère, avec sa richesse multiculturelle, enregistre une vingtaine de nationalités, incluant des Boliviens, des Colombiens, des Costaricains, des Équatoriens, des Guatémaltèques, des Haïtiens, des Jamaïcains, des Nicaraguayens, des Panaméens, des Paraguayens, des Portoricains, des Salvadoriens, des Uruguayens. Parmi ces soldats les nôtres que dans cette mosaïque humaine témoigne d’un appel universel, où chaque individu, malgré les frontières, se retrouve unis par un même désir de libérer La France
Sadi Hector Jean Berlioz né le 26 janvier de 1897 a Samayac Suchitepequez Mort pour La France le 3 juin de 1917.

Richard Choucherie né le 23 août de 1896 a Mazatenango Suchitepequez naufrage en Mer dans le bateau « Le Paranà » Mort pour la France.

14.10.1917 : les rescapés de l’équipage débarquent du Pampa à Marseille.
Paquebot mixte construit à La Seine sur Mer pour le compte de la Société Générale de Transports Maritimes à Vapeur de Marseille, lancé en 1908 et baptisé Parana, du nom d’un fleuve argentin et d’une ville sur ce même fleuve. Numéro de chantier 1 008.
PARANA Navire auxiliaire (1916-1917)
Joseph Marie Charles Marc Demay né le 10 janvier de 1992 Mort pour La France a Barani Seine et Marne.

Gustave Henri Dufourco né le 20 août 1890 a San Felipe Retalhuleu. Mort pour La France le 5 mai 1917.

Joseph Marcel Étienne Herinese né le 28 décembre de 1894 a Guatemala mort pour La France le 5 septembre de 1916. dans La Somme. Disparu au combat

Jean Eduard Lire né le 8 octobre de 1897 a Guatemala. Décédé le 29 décembre de 1918 de maladie a Rennes.

Jean Émile Baldoma ne le 12 janvier de 1892 a Guatemala mort pour La France le 18 février de 1916, a Soissons dans la Marne

D’autres Franco – guatémaltèques qui ont combattu en 1916, Félicien Laylle, mort au combat. Suite a ma recherche sur le site des Armées Françaises son nom n’apparaît pas. mais un mort pour La France donc l’âge correspond et son non de famille correspond avec une orthographe possible. Il est possible son corps n‘a jamais été identifié ou trouvé .donc voici l’identification de la personne Julien Marie Laille Soldat de 2en classe 11eme escadron du train 22eme compagnie. Né le 3 septembre de 1874 a Guémené-Penfao, Loire-Atlantique mort le 8 octobre 1918 Il a droit a la nomination de « Mort pour La France »
La Colonie italienne à fait un monument au cimentier général du Guatemala avec les noms de leurs combattants jamais revenus de la guerre.
“Su questa estrema dimora terrestre degli italiani di Guatemala veglino tutelani gli espíritu di:
Cesare Giacomo Ciani
Francesco Panazza
Vincenzo Loffredo
Pericle Enresto Doninelli
Liberale Ferretto
Gustavo Ascani
Dante Nannini
Che
Accorsi a traverso gli oceani al richiamo della patria in armi eroicamente morirono perche vivesse l’Italia.”