Jaime Diaz Rozzotto: entre literatura y revolucion

acobo ARBENZ fue elegido presidente de la república por el pueblo, mientras que DIAZ ROZZOTTO fue nombrado en 1952 secretario general de la presidencia. En este papel, se ha comprometido plenamente con la iniciativa de reforma agraria, buscando mejorar las condiciones de vida de los pequeños campesinos guatemaltecos. Con la caída de la revolución pacífica conoció su primer exilio. Doctorado en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. También fundó la revista Horizonte, dedicada a las artes y las ciencias, que se publicó entre 1953 y 1954, y coeditó la revista Presencia en Guatemala. Entre 1959 y 1987, enseñó en varias instituciones, incluidas las universidades de San Carlos de Guatemala, Michoacán en México, así como en París, Franco-Comté y Besançon en Francia.

Jaime Diaz Rozzoto con Arturo Taracena y el Paeta Armijo durante el homenaje a M.J.A.

Durante más de cinco décadas, si no más, he dedicado una parte significativa de mi vida a la recopilación de textos y documentos relacionados con Guatemala, mientras que también he continuado mis otros compromisos profesionales. Con los años no me había dado cuenta de la magnitud de esta empresa. He acumulado una multitud de elementos, que van desde fotografías a libros, pasando por artículos, testimonios de personas, periódicos, revistas e incluso discos. Ante la inmensidad de esta tarea, a menudo me he limitado a lo que descubrí por casualidad. Sin embargo, siempre he buscado provocar encuentros con estos objetos olvidados, abandonados, puestos a la venta o donados. No fue un acto de suerte, sino más bien una búsqueda profunda para encontrarme en un espacio donde me había perdido.

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Uno de los momentos más importantes de mi vida tuvo lugar en la entrada de una antigua librería, a punto de cerrar sus puertas para siempre. He decidido darle una mano en esta ocasión única. Pasar una tarde oliendo el olor de los papeles viejos, deambulando entre expositores vacilantes y libros apilados en pirámide, era ya una forma de acompañamiento que había cumplido. Cada libro, cada página, cada olor evocaba recuerdos enterrados, historias olvidadas, y me sumergía en un universo donde el tiempo parecía suspendido. Era como si cada objeto tuviera un alma, una historia que contar, y yo estaba allí para escuchar.

Este momento de conexión con el pasado, en esta librería en declive, ha reavivado en mí una pasión por la preservación de la memoria colectiva. Cada documento que descubrí era una pieza del rompecabezas de la identidad guatemalteca, un testimonio de las luchas, alegrías y penas de este pueblo. Ayudando a esta librería a deshacerse de sus tesoros, no estaba solo salvando libros, sino que participaba en una rebelión silenciosa contra el olvido. Fue un acto de resistencia, una manera de reivindicar la importancia de la cultura y de la historia en un mundo que tiende a borrarlas. En esta búsqueda, me encontré, no solo como coleccionista

Pasear entre los numerosos títulos del pasado y ver las hojas de los libros que caen bajo la mirada de un lector de «El otoño del patriarca» es una experiencia cautivadora. En este marco lleno de nostalgia, me encuentro con algunos ejemplares de la obra « El general del Caribe » de Jaime Díaz Rozzotto. El doloroso recuerdo del golpe de estado que golpeó «La Revolución Guatemalteca» permanece grabado en mi memoria, y Jaime aparece como una figura legendaria, un escritor cuya pluma está animada por una determinación inquebrantable de construir siempre la revolución.

Tuve la suerte de re encontrarme con Jaime en casa de Manuel José Arce, donde compartió su presencia fraterna durante una jornada de solidaridad dedicada a Guatemala en Marsella. Aunque nos conocíamos antes de este encuentro, ese momento me conmovió profundamente y sentí la necesidad de expresarle mi admiración por su inquebrantable compromiso. Este gesto de solidaridad, impregnado de calor humano, ha fortalecido nuestro vínculo y me ha recordado la importancia de la lucha por la justicia y la libertad.

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Durante un viaje a Suiza, tuve la oportunidad de pasar cerca de su casa, una ocasión ideal para volver a verlo y presentarle a mi familia, mi esposa Bernadette y mi hijo Zipacna. Rozzotto, como tantas otras personas con las que he estado a lo largo de los años, mantiene una profunda relación con «La revolución guatemalteca», marcada por un compromiso sincero y una palabra justa. Conocer a estas figuras emblemáticas es un acto precioso, una oportunidad de saborear estos momentos de compartir y solidaridad que nutren nuestra búsqueda común de justicia y verdad.

Jaime era un hombre cuyas palabras, en su suavidad, escondían una fuerza innegable, un poder que emanaba de cada palabra pronunciada. Su compromiso con la revolución era palpable, y sabía cómo tocar los corazones y despertar las conciencias. Una frase que resuena particularmente en mi memoria, donde habla de su profunda conexión con el pueblo: «Una vez más he compartido con nuestro pueblo, en esta ocasión, la posibilidad de ser libres.» Esta declaración, extraída de una entrevista con José Mejía, ilustra perfectamente la determinación de Jaime de luchar por la libertad y la justicia, incluso en los momentos más oscuros de su existencia.

Jaime me ha abierto generosamente las puertas de su pasado, y uno de los recuerdos más significativos que ha compartido conmigo es su huida de una muerte inminente. Me contó cómo los artículos escritos por el padre de Manuel José Arce en los periódicos guatemaltecos jugaron un papel crucial en su supervivencia. En estos escritos se denunciaba el secuestro de Jaime Díaz por el régimen opresivo en vigor, así como las torturas que sufría. Gracias a estas revelaciones, se ha formado una red de defensa en torno a él, con la intervención decisiva de Miguel Angel Asturias, que se ha dado cuenta de la desesperada situación de Jaime.

Asturias, entonces embajador de Guatemala en Francia, actuó con una rapidez notable al exponer la situación crítica de Jaime al general Charles de Gaulle. Este último concedió inmediatamente asilo al profesor guatemalteco, permitiendo así a Jaime huir hacia París después de haber pasado por terribles pruebas. Escuchando a Jaime contar este capítulo de su vida, todavía siento la intensidad de sus emociones, su gratitud hacia el padre de Manuel, que con sus palabras le salvó la vida, al General de Gaulle y a Francia. Esta historia es un poderoso testimonio de la fuerza de las palabras y los hechos y del impacto que pueden tener en la lucha por la libertad y la dignidad humana.

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Seguido mi descubrimiento sobre « El general del Caribe » planifiqué una visite con el para contarle la forma en que tuve el placer de donar el libro a varias bibliotecas, así como para regalarlo a amigos cercanos. Treinta años después de esta aventura literaria, conservo tres ejemplares de esta emblemática novela, uno de los cuales lleva una dedicatoria personal en la página de portada. Podría afirmar que entre tres revoluciones nuestros caminos se cruzaron en la misma ciudad, donde recorrí las mismas avenidas, sentí las mismas luces y soporté el mismo frío de noviembre. Estoy familiarizado con su lenguaje, sus palabras resuenan en mí cuando habla de pobreza, la división de tierras o el exilio.

El tiempo se ha ido, alejándonos uno del otro, mientras mi vida tomaba otros giros, porque la vida nunca es un río largo y tranquilo. Un día, durante una visita a la Costa Azul donde yo residía, Pepe Mejia me anunció la triste noticia de la muerte de Jaime. En ese momento me di cuenta de que Jaime representaba a esas almas que nunca supieron cómo dejar este mundo. Su memoria permanece viva en mí, como un eco de las luchas y pasiones compartidas, un recordatorio de que algunos seres, a pesar de las distancias y las pruebas, siguen viviendo a través de las historias que han dejado atrás.

Luis Paraiso.

Octobre du 2013

Jacobo ARBENZ a été élu président de la république par le peuple, tandis que DIAZ ROZZOTTO a été nommé en 1952 Secrétaire général de la Présidence. Dans ce rôle, il s’est engagé pleinement dans l’initiative de réforme agraire, cherchant à améliorer les conditions de vie des petits paysans guatémaltèques. A la chute de la révolution pacifique il a connu son premier exil. Doctorat en philosophie de l’Université nationale autonome du Mexique. Il a également fondé la revue Horizonte, consacrée aux arts et aux sciences, qui a été publiée entre 1953 et 1954, et a coédité la revue Presencia en Guatemala. Entre 1959 et 1987, il a enseigné dans plusieurs institutions, notamment les universités de San Carlos de Guatemala, de Michoacán au Mexique, ainsi qu’à Paris, au Franco-Comté et à Besançon en France.

Depuis plus de cinq décennies, voire même davantage, j’ai consacré une part significative de ma vie à la collecte de textes et de documents relatifs au Guatemala, tout en poursuivant mes autres engagements professionnels. Au fil des années, je n’avais pas pleinement réalisé l’ampleur de cette entreprise. J’ai accumulé une multitude d’éléments, allant des photographies aux livres, en passant par des articles, des témoignages de personnes, des journaux, des revues et même des disques. Face à l’immensité de cette tâche, je me suis souvent limité à ce que je découvrais par hasard. Cependant, j’ai toujours cherché à provoquer des rencontres avec ces objets oubliés, abandonnés, mis en vente ou donnés. Ce n’était pas un acte de chance, mais plutôt une quête profonde pour me retrouver dans un espace où je m’étais égaré.

Un des moments marquants de mon existence a eu lieu à l’entrée d’une vieille librairie, sur le point de fermer ses portes a jamais. J’ai décidé de lui prêter main-forte en cette occasion unique. Passer un après-midi à humer l’odeur des vieux papiers, à déambuler entre des présentoirs vacillants et des livres empilés en pyramide, était déjà une forme d’accompagnement que j’avais accomplie. Chaque livre, chaque page, chaque odeur évoquait des souvenirs enfouis, des histoires oubliées, et me plongeait dans un univers où le temps semblait suspendu. C’était comme si chaque objet avait une âme, une histoire à raconter, et j’étais là pour écouter.

Ce moment de connexion avec le passé, au sein de cette librairie en déclin, a ravivé en moi une passion pour la préservation de la mémoire collective. Chaque document que je découvrais était une pièce du puzzle de l’identité guatémaltèque, un témoignage des luttes, des joies et des peines de ce peuple. En aidant cette librairie à se défaire de ses trésors, je ne faisais pas que sauver des livres, mais je participais à une révolte silencieuse contre l’oubli. C’était un acte de résistance, une manière de revendiquer l’importance de la culture et de l’histoire dans un monde qui tend à les effacer. Dans cette quête, je me suis retrouvé, non seulement en tant que collectionneur

Flâner parmi les nombreux titres du passé et visualiser les feuilles des livres se laissant tomber sous le regard d’un lecteur de « L’automne du patriarche » est une expérience envoûtante. Dans ce cadre empreint de nostalgie, je fais la découverte de quelques exemplaires de l’œuvre « Le général des Caraïbes » de Jaime Diaz Rozzotto. Le souvenir douloureux du coup d’État qui a frappé « La Révolution Guatémaltèque » reste gravé dans ma mémoire, et Jaime apparaît comme une figure légendaire, un écrivain dont la plume est animée par une détermination inébranlable à bâtir toujours la révolution.

J’ai eu la chance de croiser Jaime chez Manuel José Arce, où il a partagé sa présence fraternelle lors d’une journée de solidarité dédiée au Guatemala à Marseille. Bien que nous nous connaissions déjà avant cette rencontre, ce moment m’a profondément touché, et j’ai ressenti le besoin de lui exprimer mon admiration pour son engagement indéfectible. Ce geste de solidarité, empreint de chaleur humaine, a renforcé notre lien et m’a rappelé l’importance de la lutte pour la justice et la liberté.

Lors d’un voyage en Suisse, j’ai eu l’opportunité de passer près de chez lui, une occasion rêvée de le revoir et de lui présenter ma famille, ma femme Bernadette et mon fils Zipacna. Rozzotto, comme tant d’autres personnes que j’ai côtoyées au fil des ans, entretient une relation profonde avec « La révolution guatémaltèque », marquée par un engagement sincère et une parole juste. Rencontrer ces figures emblématiques est un acte précieux, une chance de savourer ces instants de partage et de solidarité qui nourrissent notre quête commune de justice et de vérité.

Jaime était un homme dont la douceur des paroles cachait une force indéniable, une puissance qui émanait de chaque mot prononcé. Son engagement envers la révolution était palpable, et il savait comment toucher les cœurs et éveiller les consciences. Une phrase résonne particulièrement dans ma mémoire, celle où il évoque son lien profond avec le peuple : « Une fois de plus, j’ai partagé avec notre peuple, en cette occasion, la possibilité d’être libres. » Cette déclaration, tirée d’un entretien avec José Mejia,* illustre parfaitement la détermination de Jaime à lutter pour la liberté et la justice, même dans les moments les plus sombres de son existence.

Jaime m’a généreusement ouvert les portes de son passé, et l’un des souvenirs les plus marquants qu’il a partagés avec moi concerne son évasion d’une mort imminente. Il m’a raconté comment les articles rédigés par le père de Manuel José Arce dans les journaux guatémaltèques ont joué un rôle crucial dans sa survie. Ces écrits dénonçaient la séquestration de Jaime Diaz par le régime oppressif en place, ainsi que les tortures qu’il subissait. Grâce à ces révélations, un réseau de défense s’est formé autour de lui, avec l’intervention décisive de Miguel Angel Asturias, qui a pris conscience de la situation désespérée de Jaime.

Asturias, alors ambassadeur du Guatemala en France, a agi avec une rapidité remarquable en exposant la situation critique de Jaime au général Charles de Gaulle. Ce dernier a immédiatement accordé l’asile à ce professeur guatémaltèque, permettant ainsi à Jaime de fuir vers Paris après avoir traversé des épreuves terrifiantes. En écoutant Jaime raconter ce chapitre de sa vie, je ressens encore l’intensité de ses émotions, sa gratitude envers le père de Manuel, qui, par ses mots, lui a sauvé la vie, au Général de Gaule et a la France. Ce récit est un puissant témoignage de la force des mots et des actes et de l’impact qu’ils peuvent avoir dans la lutte pour la liberté et la dignité humaine.

Mon projet était de le rencontrer afin de lui faire part de ma découverte concernant « Le général des Caraïbes » et de la manière dont j’ai eu le plaisir de le distribuer dans diverses bibliothèques, ainsi que de l’offrir à des amis proches. Trente ans après cette aventure littéraire, je conserve encore trois exemplaires de ce roman emblématique, dont l’un porte une dédicace personnelle sur la page de garde. Je pourrais affirmer qu’entre deux révolutions, nos chemins se sont croisés dans la même ville, où j’ai arpenté les mêmes avenues, ressenti les mêmes lumières et enduré le même froid de novembre. Je suis familier avec son langage, ses mots résonnent en moi lorsqu’il évoque la pauvreté, le partage des terres ou l’exil.

Le temps a filé, nous éloignant l’un de l’autre, tandis que ma vie prenait d’autres tournures, car la vie n’est jamais un long fleuve tranquille. Un jour, lors d’une visite sur la Côte d’Azur où je résidais, Pépé Mejia* m’a annoncé la triste nouvelle du décès de Jaime. À cet instant, j’ai réalisé que Jaime représentait ces âmes qui n’ont jamais su comment quitter ce monde. Sa mémoire demeure vivante en moi, comme un écho des luttes et des passions partagées, un rappel que certains êtres, malgré les distances et les épreuves, continuent de vivre à travers les histoires qu’ils ont laissées derrière eux.

Luis Paraiso

  • phptoaphie Jaime diaz Rozzotto, Arturo Taracena, El poeta Armijo
  • José Mejía reside en Francia desde 1978 y es doctor por la Ecole des Haustes Etudes en Sciences Sociales de París. Ha sido profesor de Lengua, Civilización y Literatura en diversas instituciones.

octubre de 2013

Jaime Diaz Rozzotto entre literatura y revolución.


Luis

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